Red Dead Redemption 2
- Cuando Rockstar habla, el resto calla y aprende -
Creer que Red Dead Redemption era el "GTA del oeste" fue un error de apreciación allá por 2010. Hoy, pensarlo de su continuación es simplemente ignorancia.
Somos Arthur Morgan y formamos parte de la banda de Dutch, una serie de forajidos a los cuales la civilización moderna se les echa encima y su modo de vida se agota. La pasta que tenían está bloqueada en Blackwater y hay que buscarse nuevas formas de financiación que permitan a todos huir a Tahiti o a algún otro paraje donde rehacerlo todo.
En este transcurso tenemos mil aventuras. El jugador conoce a los miembros de la banda y sus virtudes y defectos, a lugareños cada uno más estrambótico que otro, sale a pescar, rastrea animales, juega al poker o a no sacarse un dedo con el cuchillo, doma y cuida a su caballo, compra la prensa, nuevas ropas que le abriguen del frío, mejora el campamento de la banda o va a espectáculos de cabaret... Básicamente, se vive como un forajido. El nivel de realismo alcanzado en este juego es demencial y todo resulta extremadamente natural.
El juego se desarrolla en 6 actos donde cada vez el asunto de la financiación se complica más y más. Cierto es que los primeros pueden hacerse algo duros, pues hay unas cuantas misiones tutorial que carecen de ritmo. Del mismo modo por algún motivo en el capítulo 3 se juntan varias misiones con la misma estructura: cabalgar, ocurre algo, pegas tiros, huyes - que se hacen pesadas. Clave: marcar objetivo en el mapa y poner al caballo en automático con
cámara cinemática: disfrutas de las vistas y no revientas el botón A. Una vez superado ese momento, el juego vuela hasta su final.
Para ello Rockstar ha creado un mapa enorme donde prima la naturaleza: montañas nevadas, bosques, ríos, lagos, pantanos, zonas áridas, pueblos pequeños o ciudades más urbanizadas. Hay más de 200 especies recreadas!! Con sus animaciones, patrones, sonidos... Conexiones en tren o diligencia, las tiendas tienen los productos para ser comprados en las estanterías o por catálogo. Si este juego lo tuviéramos en VR más de uno se creería que está en 1899.
Es en los pequeños detalles donde RDR2 brilla con pasmosa diferencia. Mirad lo qué podemos hacer cuando en cierto momento llevamos un tren (acompañados de una manada de bisontes):
Todo el juego alcanza registros propios del cine, con escenas que perfectamente podrían estar sacadas de las películas western, y con una banda sonora que acompaña en los momentos cumbre para hacerte todavía sentir que estás muy dentro del mundo creado. Del trabajo técnico no hace falta que diga mucho más, se ve a simple vista.
Nota: 10. Obra maestra. Una expresión altísima de los videojuegos. Personajes, historia, aspecto técnico y jugable. Hay quien se queja del control y cierto es que habría algún detalle que se puede cambiar. Se pueden hacer tantas cosas que el mando se queda corto, pero no es grave. Enlazar headshots es un placer, y cuando se activa la cámara para recrearse es del todo macabramente divertido.
[zona de spoilers]
Con luz propia brilla Don Arthur Morgan. Si hemos jugado a RDR, en donde hay que acabar con los restantes miembros de la banda y ahí no está Arthur, ya sabemos que algo le va a pasar que acabe con su vida. Podría ser como el final de John, pero aquí es un dramón de lágrima tendida. No miento si estuve un día jodido tras saber que contrae tuberculosis, hasta miré en wikipedia cómo para pensar dónde fue en el juego. Desde entonces, la actitud de Arthur respecto al resto de personajes también cambia.
Le queda el tiempo que sea y se apunta a un bombardeo. ¿Volar en globo por encima de una prisión contraviniendo a Dutch, por qué no?
Ello no evita que haya conocidos que no perezcan, pero lo da absolutamente todo por ejemplo por salvar a John, Abigail y Jack de la caída sin final de la banda de Dutch.
Finalmente, RDR2 nos regala un epílogo unos años más tarde de la muerte de Arthur que nos sirve de enlace con RDR. Redime al insolente John que conocimos al principio del juego y trata de buscarse la vida honradamente, ser un buen padre y marido.
Más vale que no me gustaban los western...
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