Ori and the Blind Forest
Ori entra dentro del grupo que denomino y algún día tendré que
escribir largo y tendido sobre él: "El resurgir de las 2D". Junto con
juegos como Fez, Mark of the Ninja, Guacamelee,
Apotheon, Rayman Origins/Legends, Cuphead, conforma un conjunto de
jugabilidad, arte por los cuatro costados, emotividad y buen gusto.
En Ori lo primero que nos entra por los ojos es el apartado artístico. Es bello, mimado, delicado. Da hasta pena pisar la hierba hasta que de pronto ves que el bosque está corrupto y cualquier tiempo pasado fue mejor. Entonces es cuando Ori desata su jugabilidad con mecánicas originales que funcionan francamente bien y una clave: los puntos de guardado manuales y limitados.
Le sumamos una curva de dificultad bien tirada (y tirada por lo alto al final) y una duración más que buena: lo he terminado en 9,5 horas pero me quedan muchísimos secretos por conseguir, pues todavía no tengo todas las habilidades y las zonas de la Definitive Edition por entrar. Es curioso, pero no he sabido en ningún momento cómo usar el deslizamiento y tengo un par de orbes que hacen referencia a él. Cuando complete todo el árbol de habilidades veré qué pasa aquí.
En conclusión, Ori es posiblemente el mejor juego bajo la marca Microsoft en esta generación que ha pasado por mi One. Creo que habría tenido más visibilidad con un lanzamiento en físico, el juego rebosa calidad y merece más reconocimiento. Ahora mismo mi hype por su continuación es muy alto. El 0,12% de usuarios que han conseguido completar el juego sin morir una sola vez me hacen creer en la existencia de seres sobrehumanos. Al final poco más de 500 veces he resucitado, siendo fácilmente 200 de ellas desde entrar en el Monte Horu y escenario final. Madre mía qué tensión, aún sigo acelerado. Estoy bastante convencido de que en Salt&Sanctuary he muerto menos.
Nota: 10. Todo poseedor de una One tiene el deber moral de jugarlo. Es la mayor aproximación al culto artístico de los videojuegos de Microsoft en esta generación.
En Ori lo primero que nos entra por los ojos es el apartado artístico. Es bello, mimado, delicado. Da hasta pena pisar la hierba hasta que de pronto ves que el bosque está corrupto y cualquier tiempo pasado fue mejor. Entonces es cuando Ori desata su jugabilidad con mecánicas originales que funcionan francamente bien y una clave: los puntos de guardado manuales y limitados.
Le sumamos una curva de dificultad bien tirada (y tirada por lo alto al final) y una duración más que buena: lo he terminado en 9,5 horas pero me quedan muchísimos secretos por conseguir, pues todavía no tengo todas las habilidades y las zonas de la Definitive Edition por entrar. Es curioso, pero no he sabido en ningún momento cómo usar el deslizamiento y tengo un par de orbes que hacen referencia a él. Cuando complete todo el árbol de habilidades veré qué pasa aquí.
En conclusión, Ori es posiblemente el mejor juego bajo la marca Microsoft en esta generación que ha pasado por mi One. Creo que habría tenido más visibilidad con un lanzamiento en físico, el juego rebosa calidad y merece más reconocimiento. Ahora mismo mi hype por su continuación es muy alto. El 0,12% de usuarios que han conseguido completar el juego sin morir una sola vez me hacen creer en la existencia de seres sobrehumanos. Al final poco más de 500 veces he resucitado, siendo fácilmente 200 de ellas desde entrar en el Monte Horu y escenario final. Madre mía qué tensión, aún sigo acelerado. Estoy bastante convencido de que en Salt&Sanctuary he muerto menos.
Nota: 10. Todo poseedor de una One tiene el deber moral de jugarlo. Es la mayor aproximación al culto artístico de los videojuegos de Microsoft en esta generación.
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